-Pásele jefe, se lo dejo barato; esta fresquecito recién sacado de hoy en la mañana.
-¿A cuánto el bulto amigo?
-Barato jefe, lo estoy dando en $140 pero a usted se lo dejo en $125, barato jefe, pa’ que se lo lleve.
-Nombre amigo, está muy caro; no me alcanza y luego ¿de cuándo dice que es?
-De hoy mero jefe, fresquecito; hoy mismo lo coció mi señora para que nomas lo pele y se lo coma o también se lo puede comer con todo y cáscara jefe, como guste; hasta con todo y la cabeza, qué no ve que es lo más nutritivo.
-Pues si se me antoja amigo, si me estoy muriendo de hambre y en toda la carretera no me he topado más que con puros mangos. ¿Y qué trae para echarle? ¿Limoncito, chilito, algo?
-Claro jefe, viene con su limón, su salsa picante, hasta con sus servilletas.
-No, pues suena bien. ¿Y a cuánto dices que me lo dejas?
-A $125, es más a $115 ya pa’ que se lo lleve.
-Ya sé, me llevo dos y me los dejas a $100 cada uno.
-Ándele jefe, ya pa’ que se los lleve, pero no les diga a los demás porque luego van a querer que se los deje igual.
-Usted no se preocupe amigo, yo no le digo nada a nadie.
Y así es como más o menos se entablan las negociaciones entre mexicanos, ya sea en el mercado, en la carretera o en el puesto de la esquina; uno nunca dejará de regatear y el otro nunca dejará de vender.
Lo que intenté transcribir anteriormente se dio en la carretera de cuota justo llegando a Guaymas, Sonora; en donde nunca faltarán los lugareños que se te acerquen para ofrecer los frutos de su tierra, en este caso, los frutos de sus aguas, deliciosos camarones recogidos ese mismo día, como aseguraran todos los lugareños; dato que sinceramente me cuesta trabajo creer, pero que no me detendré a comprobar. Se venden ya cocidos, listos para comerse, uno decide si los come con cáscara o los pela, de cualquier manera sabrán exquisitos.
Que de igual manera se puede bajar uno a la tiendita de la caseta y comprar una bolsa de frituras, al final sacian y hasta salen mucho más baratas; pero no se trata de eso. Cuando uno viaja, uno debe de probar lo que el lugar al que va tiene para ofrecerle, de esa manera uno aprende, conoce y finalmente ayuda. Así es, ayuda; pues es una realidad que cientos de familia viven de la venta de sus productos regionales. Ya sea por amor a la comida, a la aventura o por solidaridad, pero no dejes de deleitarte con esos ricos productos regionales; no hay que olvidar que somos un país que vive del turismo y no solo del extranjero, sino del nacional también. Así que en lugar de pararte a comprar una bolsa de frituras de marca reconocida, gira tu vista hacia la señora que vende churritos y ayuda a tu país, contribuye con su economía y su desarrollo; los más probable es que te lleves una grato sabor a la boca.
¡Felicidades por tu Blog! Te seguiré por la WEB.
ResponderEliminarAtte. Charly. :D
Éxito.